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Alexander von Humboldt: „[Carta a Aimé Bonpland]“, in: ders., Sämtliche Schriften digital, herausgegeben von Oliver Lubrich und Thomas Nehrlich, Universität Bern 2021. URL: <https://humboldt.unibe.ch/text/1855-xxx_Carta_a_Bonpland-2-neu> [abgerufen am 25.04.2024].

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https://humboldt.unibe.ch/text/1855-xxx_Carta_a_Bonpland-2-neu
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Titel [Carta a Aimé Bonpland]
Jahr 1855
Ort Mexico
Nachweis
in: Pedro de Angelis, „Bibliografia. Amado Bonpland“, in: El universal. Periodico politico y literario 12:477 (20. Juni 1855), S. 2.
Sprache Spanisch
Typografischer Befund Antiqua; Spaltensatz; Auszeichnung: Kapitälchen.
Identifikation
Textnummer Druckausgabe: VII.95
Dateiname: 1855-xxx_Carta_a_Bonpland-2-neu
Statistiken
Seitenanzahl: 1
Zeichenanzahl: 9609

Weitere Fassungen
[Carta a Aimé Bonpland] (Rio de Janeiro, 1855, Portugiesisch)
[Carta a Aimé Bonpland] (Mexico, 1855, Spanisch)
Primer extracto (Buenos Aires, 1855, Spanisch)
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BIBLIOGRAFIA. AMADO BONPLAND. III.(COSCLUYE.)

Privado de su libertad, agredido en sus intere-ses, condenade al silencio y al aislamiento, elSr. Bonpland halló en su estoicismo, consuelosy motivos para reir de los caprichos de la fortu-na, comparando los dias pasados en la corte dela emperatriz Josefina, con su dependencia actualde un tirano oscuro del Paraguay. Resignado ásu suerte, se puso á observar las produccionesnaturales del pequeño trecho que le habia sidodesignado. Dejarémos que él mismo refiera lasdemas ocupaciones que le ayudaron á pasar, sinprivaciones, los nueve años de su cautiverio. “He pasado, escribia á un amigo á quien anun-ciaba su próxima llegada á Buenos Aires, unavida tan feliz, como es posible pasarla cuando unhombre se halla privado de toda relacion con supatria, su familia y sus amigos. El ejercicio dela medicina me ha servido como un medio deexistencia, y como no exigia todo mi tiempo, meentregué, por gusto y necesidad, á la agricultura,en que he hallado muchos goces. Formé tambienuna fabrica de aguardiente y de licores, y un ta-ller de carpinteria y un aserradero, que suplianno solamente á las necesidades de mi estableci-miente, sino que me procuraban algun lucro porlos trabajos que me eran encomendados. Deeste modo habia adquirido una posicion cómoday ventajosa. El dia 12 de Mayo de 1829, el de-legado de Santiago me intimó la érden del direc-tor supremo de salir del Paraguay; &c.”

VI.

La libertad del Sr. Bonpland escitó en Eu-ropa un entusiasmo universal. Las circunstan-cias de su cautiverio, el lugar de su destierro, lapersona de su agresor, todo contribuia á dar á sureaparicion el carácter de una vision fantástica.Haber vivido eu la dependencia de Francia, ha-ber pasado tantos años en un país impenetrablecomo el de Paraguay; poder hablar de sus pro-ducciones, de sus habitantes y de sus costumbres,de su gobierno, eran títulos no comunes para des-pertar la curiosidad pública. Luis Felipe, queacababa de subir al trono, mandó órdenes á susagentes, y al jefe de la estacion naval francesaen el rio de la Plata, de franquear al Sr. Bonplandtodos jos auxilios que le fueren necesarios pararegresar á sas hogares; y el Sr. Humboldt fué áanunciar al instituto de Francia la próxima llega-da de su antiguo compañero y amigo, como unacontecimiento de que debian alegrarso todos losque cultivaban las ciencias. Estas muestras tan lisonjeras de aprecio; estehomenage espontáneo de la parte mas culta y ele-vada de Europa, y el deseo tan natural en loshombres, de volver al seno de su familia, paraolvidar las desgracias pasadas, no bastaron á de-cidir al Sr. Bonpland á cambiar los hábitos deuna vida tranquila, con los doberes y la agitacionde una existencia mas acomodada. Hubiera ha-llado ciertamente en Paris, recuerdos, distincio-nes, comodidades; ni le hubieran faltado admira-dores y aplausos: pero ¿cuántos sacrificios le hu-bieran costado estos goces? Un dia que nos ha-blaba con espansion de su propósito de no ale-jarse de estos parajes, nos decia: “Acostumbra-do á vivir á la sombra de árboles seculares: á oírel canto de las aves que se anidan en sus ramas;á ver deslizarso á mis piés las aguas cristalinasde un arroyo, ¿con qué compensaria estas pérdi-das en el barrio mas ruidoso y aristocrático deParis? Encerrado en un desvan tendria que tra-bajar por cuenta de un librero que quisiera en-cargarse de la publicacion de mis obras, sin te-ner mas consuelo que ver brotar de cuando encuando alguna rosa en la ventana de mi aposen-to! Perderia lo que mas aprecio—la compañíade las plantas con que me he criado.” Estas razones, muy poderosas en el ánimo deun naturalista, son las que han prolongado, poruna resolucion voluntaria, el destierro que habiaempezado por un acto violento. El Sr. Blonplandvive ahora en San Borja, el punto mas pobladode las antiguas misiones del Uruguay como viviaantes en su deportacion en tiempo de Francia, ynada nos parece arrancarlo al género de vida queha adoptado, y de que se muestra muy contento.Su constitucion robusta le hace sobrellevar congallardía el peso de los años, y su viva imagina-cion lo alimenta con la esperanza de poder llevaral cabo grandes proyectos que revuelve en sumente siempre activa y ocupada. “De aquí á unoó dos años” escribia hace poco á un amigo “po-dré ocuparme do una chaera, y hacer una granplantacion de árboles para hermosearla. Cuandoestará concluida mi choza, le convidaré á venir ápasar conmigo los últimos años que nos quedan.”Estas ilusiones son envidiables. Lo que no loes menos es la amistad que le conserva el Sr.Humboldt, una de las grandes ilustraciones deeste siglo, que tantos nombres célebres lega á lahistoria. Hemos tenido en nuestro poder la car-ta que le ha escrito desde Berlin, para anunciar-le su nombramiento de caballero de la órden realdel Aguila Roja de Prusia: carta tan llena de ca-riño y aprecio, que imposible hubiera sido hallarpalabras mas espresivas para acreditar estos sen-timientos (1). Ni la edad, ni el aislamiento han entibiado enel Sr. Bonpland su amor al estudio y á la contem-placion de la naturaleza. Cuando se hallaba pri-vado de su libertad en el Paraguay, su única di-version era herborizar y recoger cristalizaciones,petrificaciones y minerales en los campos que lorodeaban. Estos objetos que llenaban cerca decincuenta cajones, fueron embarcados á bordo deun buque de guerra, y enviados á los museos deParis, como certificado de vida del illustre natura-lista. Ultimamente, el Sr. de Maillefer, encargadode negocios de Francia en Montevideo, recibióórden de su gobierno, de comunicar al Sr. Bon-pland una lista de algunos árboles del Paraguay,que la comision de agricultura creía que podrianintroducirse y aclimatarse en Argelia. El Sr.Bonpland que se hallaba accidentalmente en estaciudad, llenó este encargo del modo mas satisfac-torio. No se contentó con aumentar el númerode las plantas, sino que á los nombres científicosagregó los que llevaban en el idioma guarant,acompañando estas noticias con las instruccionesnecesarias para su mejor cultivo y conservacion,este trabajo ha merecido los mayores elogios delos que estaban en estado de apreciarlo. En su corta permanencia en Montevideo, elque escribe este artículo tuvo el gusto de volverá ver y abrazar á su antiguo y honorable amigoel Sr. Bonpland, despues de una larga separa-cion, de mas de veinte años: no dirémos que es-tos años hayan pasado impunemente sobre su ca-beza, pero nos fué de suma consolacion el vercuán pocos rastros habian dejado de su pasaje. Montevideo, 12 de Noviembre.—Pedro deAngelis.

(1) Hé aquí la carta á que se refiere el Sr-de Angelis.Mi querido y tierno amigo. Aunque tenga muypoca esperanza que estos renglones y el libro quelos acompaña (la hermosísima traduccion france-sa de la nueva edicion de mis “tableaux de laNature” lleguen á tus manos, procuro sin embar-go, estando muy cerca de mi 84mo. aniversario,de darte una peqúeña señal de vida, lo que quie-re decir, de amistad, de afectuosa adhesion, deviva gratitud.He sabido con gran placer, que te conservasen una feliz é inteligente actividad. Un ameri-cano que me es desconocido, Mr. John Torrey,profesor de botánica en Nueva-York, ha tenidola delicadeza de enviarme un tesoro: tu retrato enfotografía. He reconocido en él tus nobles fac-ciones, alteradas, sin duda por la edad, pero talescomo las he visto en la Esmeralda, en Tchilote-pec, en la Malmaison. Tú has dejado [como entodas pertes] gratos recuerdos en Berlin, y hemostrado tu retrato á todos los que se interesaná tu nombre y á tus escelentes trabajos.Mi salud se sostiene por la asiduidad mismadel trabajo El último [4.° tomo] del Cosmos,saldrá á luz en este invierno, tus importantes ma-nuscritos botánicos, labrados durante nuestro via-je, se hallan depositados con mucho cuidado ymuy completos, en el Museo de historia naturaldel jardin de las plantas, como propiedad tuya,de que puedes disponer. Te ruego de rodillas,querido Bonpland, que los dejes en Paris al jar-din de las plantas, en donde tu non bre es vene-rado. Es un monumento de tu inmensa activi-dad. La muerte inesperada de Adriano de Jus-sieu, ha debido afligirte mucho.El rey de Prusia, hace 4 ó 5 años, te nombrócaballero de su real órden del Aguila Roja. Soanunció en todos los diarios; pero aun no habrásrecibido la noticia oficial y la condecoracion. Sétu catecismo filosófico; pero hemos creido que entus relaciones con el Brasil [si las tienes], estopodria serte útil.No he vuelto á Paris despues de 1848. Lasrelaciones íntimas que he tenido con la señoraduquesa de Orleaus me impiden presentarme álas Tullerías, así como el calor que me conocespor las instituciones libres. Nunca he sido delos que han podido creer que te dejarias tentar,mi querido y escelente amigo, por el aspecto de laEuropa actual, de abandonar un clima magnífico,la vegetacion de los trópicos, y la feliz soledad enmedio de aficiones domésticas que apruebo mu-cho.Tal vez estos renglones que confio á un jóvenmédico polaco [del nombre algo bárbaro, deChrzescusky], quien va á Buenos-Aires, podránllegarte. Quisiera ver tu escritura antes de mimuerte próxima.Todo tuyo, de corazon y de alma con la grati-tud de un tierno amigo, y fiel compañero de tra-bajos. Alejandro Humboldt. Berlin, 1.° de Setiembre de 1853. El pobre Arago, casi ciego, se halla en el mastriste estado de salud.Sé que tú continúas, con el mismo ardor lauda-ble, en aumentar tus inmensas colecciones.