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Alexander von Humboldt: „Visita del Chimborazo, desde la mesa de Tapia“, in: ders., Sämtliche Schriften digital, herausgegeben von Oliver Lubrich und Thomas Nehrlich, Universität Bern 2021. URL: <https://humboldt.unibe.ch/text/1810-Pittoreske_Ansichten_in-41-neu> [abgerufen am 29.03.2024].

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Permalink:
https://humboldt.unibe.ch/text/1810-Pittoreske_Ansichten_in-41-neu
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Titel Visita del Chimborazo, desde la mesa de Tapia
Jahr 1858
Ort Panama City
Nachweis
in: Panama Star and Herald 11:12 (27. Mai 1858), S. 3; 11:13 (3. Juni 1858), S. 3 [uneingelöster Fortsetzungshinweis: „Continuará“].
Sprache Spanisch
Typografischer Befund Antiqua; Spaltensatz.
Identifikation
Textnummer Druckausgabe: III.3
Dateiname: 1810-Pittoreske_Ansichten_in-41-neu
Statistiken
Seitenanzahl: 2
Spaltenanzahl: 4
Zeichenanzahl: 10228

Weitere Fassungen
Pittoreske Ansichten in den Cordilleren (Stuttgart; Tübingen, 1810, Deutsch)
Alexander von Humboldts Ansichten über Amerika, und dessen eingeborne Völkerstämme (Stuttgart; Tübingen, 1814, Deutsch)
Über Amerika und dessen eingeborne Völkerstämme (Wien, 1814, Deutsch)
View of America and its native tribes (London, 1814, Englisch)
Researches Concerning the Institutions and Monuments of the Ancient Inhabitants of America; with descriptions and views of some of the most striking scenes in the Cordilleras (London, 1815, Englisch)
Travels in South America (Ipswich, 1815, Englisch)
Ueber die Lage, Form u. s. w. des Kotopaxi, dieses kolossalen Feuerberges (Frankfurt am Main, 1817, Deutsch)
Natuurlijke brug over den Icononzo, een dal in het cordillerisch gebergte (Amsterdam, 1818, Niederländisch)
Gang der Völkercultur der neuen Welt, verglichen mit jenem europäischer Natur, Kunst und Sitte (Brünn, 1819, Deutsch)
The works of god displayed (London, 1820, Englisch)
Cotopaxi (London, 1820, Englisch)
[Über die Anden-Kordillera] (Frankfurt am Main, 1820, Deutsch)
Description of the volcano at Cotopaxi (Chillicothe, Ohio, 1821, Englisch)
Description of the volcano at Cotopaxi (Cincinnati, Ohio, 1821, Englisch)
Cotopaxi (Hartford, Connecticut, 1822, Englisch)
[Researches Concerning the Institutions and Monuments of the Ancient Inhabitants of America; with descriptions and views of some of the most striking scenes in the Cordilleras] (Boston, Massachusetts, 1822, Englisch)
Ancient mexican cities and pyramids (Shrewsbury, 1823, Englisch)
Chimborazo and Cotopaxi (London, 1823, Englisch)
Remarks on the Union of the Atlantic and Pacific Oceans, by a Canal across the Isthmus of Darien or Panama (Montreal, 1824, Englisch)
The works of God displayed in the history of Cotopaxi a mountain in South America (New York City, New York, 1825, Englisch)
Cotopaxi (Black Rock, New York, 1825, Englisch)
[Pittoreske Ansichten in den Cordilleren] (London, 1827, Englisch)
Extrait de l’ouvrage de M. de Humboldt sur les monumens de l’Amérique (London, 1831, Französisch)
Traditions du nouveau monde, en conformité avec nos croyances (Paris, 1832, Französisch)
Calendrier mexicain (Paris, 1833, Französisch)
Cargueroes, or Man-Carriers of Quindiu (Edinburgh, 1836, Englisch)
Extrait des Vues des Cordillières et monuments des peuples indigènes de l’Amérique (Paris, 1836, Französisch)
Cargueroes, or man-carriers of Quindiu (New York City, New York; Boston, Massachusetts; Cincinnati, Ohio, 1837, Englisch)
Humboldt on the Heads of the American Indians (Edinburgh; London; Glasgow; New York City, New York, 1843, Englisch)
Cotopaxi (Philadelphia, Pennsylvania; Boston, Massachusetts; New York City, New York, 1851, Englisch)
Extinct Species (Wells, 1852, Englisch)
Extinct Species (Sligo, 1852, Englisch)
Extinct Species (Belfast, 1852, Englisch)
Extinct Species (Armagh, 1852, Englisch)
The Volcano of Cotopaxi (Hertford, 1853, Englisch)
The Volcano of Cotopaxi (Wells, 1853, Englisch)
Antediluvian America (Hertford, 1853, Englisch)
Antediluvian America (Wells, 1853, Englisch)
Mexique (Paris, 1853, Französisch)
Cotopaxi (Hartford, Connecticut, 1856, Englisch)
Visita del Chimborazo, desde la mesa de Tapia (Panama City, 1858, Spanisch)
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CHIMBORAZO. Visita del Chimborazo, desde la mesade tapia. Por Humboldt.

La cordillera de los Andes ya se divideen varias ramas separadas entre sí por va-lles lonjitudinales; y ya forma una sola ma-sa erizada de cimas volcánicas. Se observaal mismo tiempo que los grandes valles co-locados entre las dos ramas laterales y lacadena del centro, son los estanques de dosrios considerables, que tienen el fondo aunmenos elevado sobre el nivel del océano queel alveo del Ródano, cuyas aguas han esca-vado el valle de Sion, en los Alpes superio-res. Caminando de Popayan hácia el Sur,se ve, desde la árida esplanada de la provin-cia de Pasto, confundirse las tres cadenasde los Andes en un mismo grupo que se pro-longa mucho mas allá del Ecuador. Este grupo ofrece, en el departamento deQuito, un aspecto singular desde el rio Chota,que serpentea entre montañas de roca basál-tica, hasta el páramo del Azuai, en el cual seelevan memorables restos de la Arquitectu-|Spaltenumbruch|ra peruana. Las mas elevadas cumbres es-tán colocadas en dos hileras que forman co-mo una doble cresta de la cordillera: estascimas colosales, cubiertas de hielos eternos,sirvieron de señales en las operaciones delos académicos franceses, al tiempo de lamedida del grado ecuatorial. Su disposicionsimétrica, sobre dos lineas de norte a sur,hizo que Bouguer las considerase como doscadenas de montañas, separadas por un va-lle lonjitudinal: mas lo que este celebre as-trónomo llama el fondo de un valle, es la es-palda misma de los Andes, una esplanada omesa, cuya altura absoluta llega de dos milsetecientos a dos mil novecientos metros.No debe confundirse una doble cresta conuna verdadera ramificacion de la cordillera. Una llanura cubierta de piedras pómez,forma parte de la mesa que separa la crestaoccidental, de la oriente de los Andes deQuito. En esta llanura se halla concentra-da la poblacion de este país maravilloso; enella se encuentran ciudades que contienende treinta a cincuenta mil habitantes. Des-pues de haber recidido durante algunos me-ses a esta elevacion, donde el barómetro semantiene a 20 pulgadas, se esperimenta sinpoderlo remediar, una ilusion extraordina-ria: poco a poco olvida el observador quecuanto le rodea, a aquellos pastos cubiertosa un mismo tiempo de rebaños de llamas yde ovejas de Europa, aquellos verjeles guar-necidos de setos vivos de duranta y de bar-nadecia, aquellos campos labrados con es-mero y que prometen abundantes cosechasde cereales, están como colgados en las al-tas rejiones de la atmosfera; y apenas seacuerda de que el suelo en que habita seeleva mas sobre las vecinas costas del Océa-no pacifico, que la cumbre del Canigou so-bre el estanque del Mediterraneo. Mirando la espalda de la cordillera comouna vasta llanura limitada por cortinas demontan̄as lejanas, se contrae la costumbre,de considerarlas desigualdades de la crestade los Andes como otras tantas cimas aisla-das. El Pichincha, el Cayambe, el Coto-paxi, todos estos picos volcánicos designa-dos con nombres particulares, aunque has-ta mas de la mitad de su altura total no cons-tituyen sino una sola masa; parecen a losojos de los habitantes de Quito, otras tantasmontañas distintas que se elevan en el cen-tro de una llanura llena de selvas; y lo quehace esta ilusion mas completa es que losdentellones de la doble cresta de la cordille-ra llegan al nivel de las altas llanuras habi-tadas; de modo que los Andes no presentanel aspecto de una cordillera sino cuando seven de lejos, desde las costas del GrandeOcéano o desde las sabánas que se estiendenhasta el pié de su falda oriental. Colocadossobre la espalda de la cordillera misma, seaen el departamento de Quito, en la provinciade Pasto, o todavía mas al norte, en lo in-terior de la Nueva Espan̄a, no vemos masque una serie de cimas esparcidas, y gru-pos de montan̄as que se desprenden de lamesa central: cuanto mayor es la mole delas cordilleras, tanto mas difícil se hace abra-zar el conjunto de su estructura y forma. Con todo, el estudio de esta forma, dirémejor, de esta fisonomia de montañas, sefacilita singuralmente por la direccion delas altas llanuras que constituyen la espal-da de los Andes. En el viaje de la ciudadde Quito al páramo del Asuai, aparecen su-cesivamente, sobre una línea de 37 leguasal Oeste, las cimas del Casitagua, del Pichin-cha, del Atacazo, del Corazon, del Ylinaza,del Carguairazo, del Chimborazo y del Cu-nambai; al este, las cimas del Guamaní, delAntisana, del Pasuchoa, del Rumiñavi, delCotopaxi, del Quelendaña, del Tunguraguay del Capac Urcu, las cuales, a escepcionde tres o cuatro, son todas mas elevadas queel Monte-Blanco. Estas montañas estáncolocadas de manera que, vistas de la espla-nada o mesa central, lejos de cubrirse mu-tuamente, se presenta al contrario en su ver-dadera forma, como dibujados sobre la bó-veda celeste: su aspecto recuerda el majes-tuoso espectaculo de las costas de NuevaNorfolk y del rio de Cook, y las hace seme-jar a una costa escarpada que alzándose delseno de las aguas, aparenta menos distanciaen razon de no haber objeto alguno entre laplaya y el observador. (Continuará)
|3||Spaltenumbruch|

CHIMBORAZO. Visita del Chimborazo, desde la mesade tapia. Por Humboldt.(Continuacion.)

Mas si la estructura de los Andes y laforma de la mesa central favorecen las ob-servaciones jeolójicas; si permiten a losviajeros examinar con facilidad y de cercalos contornos de la doble cresta, la enormeelevacion de esta misma mesa ocaciona queparezcan mas pequeñas unas cimas que co-locadas sobre islotes esparcidos en la in-mensidad, de los mares, como el Mawna-|Spaltenumbruch|Roa y el pico de Tenerife, causarian asímucha mayor impresion por su estupendaaltura. Montañas cuya elevacion nos asom-braria, si estuviesen a las orillas del mar,solo parecen colinas cuando se levantan dela espalda de la cordillera. Quito, porejemplo, está recostado sobre un pequeñocono llamado Juvirac, que, a los habitan-tes de aquella ciudad no se representa maselevado que Monmaré o las alturas de Meu-don o los de Paris. Sin embargo, segunmis medidas, este cono de Juvirac llega a3,131 metros (3,737 varas) de altura abso-luta, y es, de consiguiente, casi tan altocomo la cumbre del Marmoré, que es unade las mas altas cimas de los Pirineos. A pesar de los efectos de semejante ilu-sion, producida por la altura de las mesasde Quito, de Mulalo y de Riobamba, se bus-caria en vano las inmediaciones de la costao en la falda oriental del Chimborazo, unparaje capaz de ofrecer una vista tan mag-nifica de la cordillera, como la que yo hedisfrutado, durante muchas semanas, des-de la llanura de Tapia. Hallándonos sobrela espalda de los Andes, entre la doble cres-ta que forman las soberbias cimas del Chim-borazo, del Tunguragua y del Cotopaxi,todavia estamos bastante cerca de sus cum-bres para verlas bajo unos ángulos de altu-ra mui considerable: mas descendiendohácia las selvas que rodean el pié de la cor-dillera, se disminuyen mucho estos ángulos;porque en razon de la enorme masa delas montañas, nos alejamos rápidamente desus cumbres, a medida que nos vamosaproximando al nível del mar. La línea que demarca el límite ínferiorde las nieves perpetuas, se encuentra en unaaltura que exede un poco la del Monte-Blanco; pues si esta última montaña estu-viera cituada bajo el Ecuador, solo se cubri-ria occidentalmente de nieve. La temperatura que reina en esta zona,hace que el límite de los hielos eternos noofrezca las irregularidades que se notan enlos Alpes y los Pirineos. Sobre la faldasetentrional del Chimborazo, entre este mon-te y el Carguairazo, pasa el camino queconduce de Quito a Guayaquil, hácia lascostas del Pacifico. Los mogotes elevadosque se levantan de esta parte racuerdan, porsu forma la de Gouté, vista desde el valle deChamonix. Sobre un estrecho filo, que sa-le de en medio de las nieves tentamos losseñores Bompland, Montufar y yo, no sinpeligro, subir a la cima del Chimborazo.Lográmos llevar instrumentos a una alturaconsiderable, aunque cercados de una densaniebla y harto incomodados por la estremavariedad del aire. El punto en que nosestuvimos para observar la inclinacion dela aguja magnetica, parece el mas elevadode cuantos los hombres han llegado a pi-sar trepando la espalda de los montes;pues, exede mil y cien metros a la cima deMonte-Blanco, a que logró llegar el Sr. deSaussure, el mas sábio y el mas intrépidode los viajeros, combatiendo dificultadesaun mayores que las que nosotros encon-tramos cerca de la cima del Chimborazo.Estas penosas escursiones, cuya relacionexcita jeneralmente el interes público, soloofrecen un corto número de resultados úti-les al progreso de las ciencias, porque elviajero se halla sobre un terreno cubiertode nieve, envuelto en una atmósfera cuyoselementos químicos forman una mezclaque en nada se diferencia del aire de lasrejiones bajas, y en una situacion que no lepermite hacer esperimentos delicados contoda la precision necesaria. Se distinguen tres especies de formas prin-cipales que afectan las altas cimas de losAndes. Los volcanes aun activos, aquellosque tienen un solo cráter de una anchuraextraordinaria, son montes cónicos de cum-bres mas o ménos truncas: tal se demues-tra la figura del Cotopaxi, del Popocatepec,i la del pico de Orizaba. Los volcanes cu-ya cumbre se ha hundido despues de una lar-ga série de erupciones, presentan crestaserizadas de puntas, piramides inclinadas alhorizonte, y despedazadas rocas que ame-nazan ruina. A esta forma pertenece el Al-tar o Capac-Urcu, montaña en otro tiem-po mas elevada que el Chimborazo, i cuyadestruccion señala una época memorable enla historia ficica del nuevo continente. Tam-bien tiene la misma forma el Caraguriazo,que se desplomó en gran parte en la nochedel 19 de Julio de 1698. Torrentes de aguay cieno, que entónces salieron de los cos-tados entreabiertos de la montaña, han este-relizado las campiñas circunvecinas. Estahorrible catástrofe fué acompañada de unterremoto que sepultó millares de habitan-tes, en las cercanas ciudades de Ambato yLacatunga. (Continuará.)