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Alexander von Humboldt: „Extracto de las últimas cartas que el Baron Alexandro Humboldt escribió á su hermano, Residente de S. M. Prusiana en Roma“, in: ders., Sämtliche Schriften digital, herausgegeben von Oliver Lubrich und Thomas Nehrlich, Universität Bern 2021. URL: <https://humboldt.unibe.ch/text/1803-Extrait_de_plusieurs-06> [abgerufen am 25.04.2024].

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Permalink:
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Titel Extracto de las últimas cartas que el Baron Alexandro Humboldt escribió á su hermano, Residente de S. M. Prusiana en Roma
Jahr 1803
Ort Madrid
Nachweis
in: Anales de ciencias naturales 6:18 (Oktober 1803), S. [267]–280.
Sprache Spanisch
Typografischer Befund Antiqua; Auszeichnung: Kursivierung; Fußnoten mit Ziffern; Schmuck: Initialen.
Identifikation
Textnummer Druckausgabe: II.19
Dateiname: 1803-Extrait_de_plusieurs-06
Statistiken
Seitenanzahl: 14
Zeichenanzahl: 23608

Weitere Fassungen
Extrait de plusieurs lettres de M. A. de Humboldt (Paris, 1803, Französisch)
Neueste Briefe des Herrn Oberbergraths von Humboldt (Berlin; Stettin, 1803, Deutsch)
Account of the Travels of M. A. de Humboldt in South America, extracted from some of his Letters (London, 1803, Englisch)
Extrait de lettres de M. A. de Humboldt (Paris, 1803, Französisch)
Extrait de plusieurs lettres de M. A. de Humboldt (Paris, 1803, Französisch)
Extracto de las últimas cartas que el Baron Alexandro Humboldt escribió á su hermano, Residente de S. M. Prusiana en Roma (Madrid, 1803, Spanisch)
[Extrait de plusieurs lettres de M. A. de Humboldt] (Haarlem, 1803, Niederländisch)
Curious Particulars respecting the Mountains and Volcanos, and the Effect of the late Earthquakes in South America, with Remarks of the Language and Science of the Natives, and other Subjects (London, 1803, Englisch)
Ueber das Athmen der Crocodile. Aus dem Briefe des Herrn von Humboldt aus Lima vom 25. September 1802 (Berlin, 1803, Deutsch)
Etwas von den Amerikanischen Krokodilen (Berlin; Stettin, 1804, Deutsch)
Humboldt’s Berigt uit Zuid-Amerika (Amsterdam, 1806, Niederländisch)
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EXTRACTO De las últimas cartas que el Baron AlexandroHumboldt escribió á su hermano, Residente deS. M. Prusiana en Roma.

Se habian pasado muchos meses sin recibir cartas de Alexandro Humboldt, y lejos de saberse cosa algunasobre sus ulteriores descubrimientos en América, ha-bian llegado á España desde la Havana ciertos rumo-res melancólicos sobre su exîstencia. Se supo poco ha-ce haber sido falsas estas nocicias, que contristáron ásus amigos y á los de las ciencias; y últimamente seacaba de confirmar esta verdad por las cartas que lle-gáron en los últimos correos. Tres ha recibido á unmismo tiempo el hermano de Humboldt, Residentede S. M. Prusiana en Roma; una de Quito, fecha en13 de Enero; otra de Cuenca, escrita en 13 de Julio;y la última de 25 de Noviembre, de Lima, todas tresdel año anterior 1802. Sábese por ellas que el célebreViagero ha determinado regresar á Europa, y queespera llegar á la Coruña ó Cádiz por Agosto ó Se-tiembre de este año: en todas hay observaciones cu-riosas, que se propone extender y publicar en la his-toria de sus viages; pero deseando su hermano antici-par algunas, nos ha enviado el siguiente extracto pa-ra que lo publiquemos en nuestros Anales. Ya habrás sabido por mis cartas precedentes millegada á Quito, que verificamos atravesando las nie-ves de Quindiu y de Tolima. La cordillera de los Andes se compone de tres series ó ramales separados;y como en Santa Fe de Bogotá nos hallábamos sobreel mas oriental, fue preciso cruzar el mas alto paraacercarnos á las costas del Sur. No hay otro recursopara transportar el bagage que los bueyes. Los queviajan se hacen llevar por ciertos naturales, llamados |268| cargueros, que tienen una silla en las espaldas, y so-bre esta se sienta el que viaja. Abrumados por el pe-so, y fatigados por la desigualdad del piso, andan aldia tres ó quatro horas, y ganan catorce duros encinco ó seis semanas. La bondad del tiempo nos hizopreferir á este medio el viajar á pie, y en solos diezy siete dias atravesamos aquella soledad sin haber vis-to jamas el menor indicio de haber sido habitada: nosfue preciso dormir en chozas hechas de hojas de He-liconia, que traiamos de intento para este fin. Al baxar los Andes por la parte occidental se en-cuentran sitios pantanosos, donde se hunde uno hastala rodilla; por desgracia se habia mudado el tiempo,y á la bonanza que habiamos experimentado en lasalturas se siguiéron lluvias tan abundantes y contí-nuas, que pudriéron y destrozáron nuestras botas,quedando desnudos de pie y pierna. Así llegamos áCartago fatigados y llenos de contusiones, pero ricoscon la preciosa coleccion de vegetales que cogimos alpaso, y con los dibuxos que hice de un gran númerode ellos. De Cartago fuimos á Popayan por Buga, y atra-vesamos el delicioso valle por donde corre el rio Cau-ca, teniendo siempre á la vista la montaña del Cho-có, y no lejos las minas de platina que se hallan enaquel distrito. Nos detuvimos en Popayan todo elmes de Noviembre de 1801 para visitar allí las mon-tañas basálticas de Julusuito; las bocas del volcan dePurasé, que exhalan vapores de agua hidrosulfurosa,acompañados de un ruido espantoso; y los granitosporfiríticos de Pinche, que forman columnas de 5-7ángulos, semejantes á las que me acuerdo haber vis-to en las montañas Euganéens de Italia, descritas por Arange. |269| Penoso habia sido el camino hasta Popayan, pe-ro nos faltaba aun lo mas arduo, que era el pasar áQuito por los páramos de Pasto en la estacion de llu-vias, que ya habia principiado. Llámanse páramos en los Andes aquellos sitios en que á 1700 ó 2000toesas de altura cesa toda vegetacion, y reyna un friotan cruel, que penetra los huesos. Preferimos aquellasregiones destempladas para evitar los calores é insalu-bridad del valle de Patia, donde basta una sola no-che para contraer rebeldes calenturas, que duran tresó quatro meses, llamadas comunmente calenturas dePatia; por esto pues pasamos por lo mas alto de lacordillera y por espantosos precipicios desde Popayanhasta Almaguer, y desde aquí á Pasto, que yace alpie de un volcan terrible. En esta poblacion pasamos las fiestas de Navidad,y sus habitadores nos acogiéron con suma bondad ycordial afecto. No creo exîsta en todo el mundo cosamas horrible que la entrada y la salida de esta peque-ña villa. Vense entre sitios pantanosos espesos bos-ques casi impenetrables; se descubren barrancos tanprofundos y estrechos, que se parecen á las galeríasde una mina; y las mulas se hunden muchas veceshasta quedar inútiles. De aquí el verse los caminoscubiertos de huesos de caballerías que pereciéron, ópor el rigor del frio, ó por excesivas fatigas. Toda laprovincia de Pasto, como igualmente las cercanías deGuachucal y de Tuqueres es un recinto helado, si-tuado casi mas arriba de la línea donde pueden exîs-tir vegetales, y cercado de volcanes y de depósitosde azufre, que exhalan sin cesar humo espeso y abun-dante. Los infelices habitadores de aquellos desiertosno tienen mas alimento que patatas, y quando les fal-ta este recurso, como en el año anterior, salen á bus- |270| car por los montes los troncos de un arbolito, llama-do allí achupalla, que es la pourretia pitcarnia; pero como este mismo sea el único alimento que lososos de los Andes tienen en aquellos parages elevados,se exponen á combates para disputarles y arrancarlesla subsistencia so pena de morir de hambre. Al norte del volcan de Pasto, y en el lugarcillode Indios Voisaco, que se halla á 1370 toesas sobreel nivel del mar, descubrí un pórfido roxo de basa ar-cillosa, que contiene feldespato vidrioso, y un fósil,que tiene todas las propiedades de la serpentina deFichtelgebirge. Tiene dicho pórfido polos bien mar-cados, pero no manifiesta fuerza alguna atractiva. Despues de estar mojados dia y noche por espa-cio de dos meses, y de habernos visto en inminenteriesgo de ahogarnos cerca de la villa de Ibarra por larepentina inundacion que resultó de una tempestad;acompañada de un temblor de tierra, llegamos final-mente á Quito en 6 de Enero de 1802, donde el Marques de Selvaalegre nos habia preparado una her-mosa habitacion, que reunia quantas comodidades sepudiesen apetecer en Lóndres ó en Paris. La ciudad de Quito es hermosa, pero su cielotriste y nebuloso; apenas verdean las montañas veci-nas; y el frio es muy considerable. El horrible terre-moto de 4 de Febrero, que trastornó todo el reyno,y mató en un instante de treínta á quarenta mil per-sonas 1, fue funesto á los actuales habitadores, por-que alteró de tal modo la temperatura del ayre, queel termómetro de Reaumur se ve casi siempre entre
1 Parece sobremanera exâgerado el número de muertos, por-que consta por las relaciones jurídicas, enviadas entonces de ofi-cio, que solamente pereciéron doce mil quinientas cincuenta y trespersonas. Véase el segundo tomo de estos Anales pág. 103.
|271| los grados 4-10, llegando rara vez al decimosextoó decimoséptimo; quando en otro tiempo lo veia Bouguer sin alteracion á quince ó diez y seis grados.Desde aquella época desgraciada los terremotos soncasi contínuos, y las conmociones violentas. Es muyprobable que todas las alturas de la provincia for-men un solo volcan, porque las montañas llamadasCotopaxi y Pichincha son unas cimas, de cuyos cráte-res salen conductos subterráneos, que van á parar áun mismo foco: esto se hizo por desgracia mas queverosímil en el mencionado terremoto; porque se abrióentonces la tierra por mil partes, apareciendo bocasantes desconocidas, que vomitáron azufre, agua yotras materias. A pesar de los horrores y riesgos conque la naturaleza de aquel suelo cerca y amenaza á loshabitadores de Quito, reyna en ellos la alegría, laafabilidad, y una viveza peculiar; y en la ciudad en-tera el deleyte, el luxo, y un amor excesivo á la di-version. Así se acostumbra el hombre á dormir tran-quilamente en el borde de un precipicio.
Permanecimos en la provincia de Quito desdeprincipios de Enero hasta el mes de Agosto, y em-pleamos este tiempo en visitar sus volcanes, exâmi-nándolos sucesivamente, y deteniéndonos quince óveinte dias en cada uno. De este modo hemos obser-vado las cimas de Pichincha, Cotopaxi, Antisana éIliniza, volviendo en los intervalos á Quito. Domina á esta ciudad el monte Pichincha, en cu-ya cima está el volcan. Dos veces llegué al borde desu cráter en 26 y 28 de Mayo, y no sé que nadie lohaya visitado sino la Condamine, el qual lo consiguiódespues de haber empleado cinco ó seis dias en inves-tigaciones infructuosas, porque carecia de instrumen-tos, y solamente permaneció allí doce ó quince mi- |272| nutos por el excesivo frio: yo llevé los necesarios pa-ra tomar las medidas que deseaba conocer, y recogíporcion de ayre para hacer su análisis. Hice mi primerviage acompañado de un solo Indio, y llegué al crá-ter por la misma banda que pisó la Condamine. En-contré el borde cubierto de nieve, y faltó poco paraperecer, porque el Indio se vió repentinamente hun-dido hasta los pechos en una caverna, y conocimosque acabábamos de pasar por un puente de nieve he-lada. Vimos entonces con un horror difícil de expli-car que á pocos pasos de distancia habia anchos yprofundos agujeros, y que inadvertidamente pisába-mos las bóvedas contiguas al cráter. Asustado enton-ces, mas no desanimado, mudé de determinacion.Del cerco del cráter, y como apoyados, por decir-lo así, sobre el abismo, se levantan tres rocas punti-agudas sin nieve, porque los vapores que salen delvolcan derriten sin cesar la que va cayendo. Anima-do del zelo que me inspiró la empresa, subí á una delas rocas, y encontré en su cumbre una peña, la que,asida por una extremidad al pico, y socabada por laotra, se avanzaba sobre aquel abismo á manera debalcon. Tenia solamente como doce pies de largo,con seis de ancho, y estaba en movimientos contínuospor los temblores y freqüentes conmociones, de lasque contamos diez y ocho en menos de media hora.Sobre ella me establecí para hacer mis experiencias,y me tendí á la larga boca abaxo, sacando la cabezapara observar el fondo del cráter. La imaginacion masviva podrá apenas figurarse un objeto mas lúgubre,triste y espantoso que el que teniamos á la vista. La bo-ca del volcan formaba un agujero circular, de casi unalegua de circunferencia, cuyos bordes cortados á picose veian cubiertos de nieve en la parte alta; pero su |273| interior de un negro obscuro. Es tan vasto el abismoencerrado, que parecia abrigar muchas montañas, cu-yas cimas se distinguian, quedando las mas altas 300toesas mas abaxo que nuestro observatorio. ¿A quéprofundidad estarán sus bases? Me parece muy proba-ble que el fondo del cráter se halle de nivel con laciudad de Quito. Dos dias despues de haber visitado el volcanacompañado de un solo Indio, volví en compañía demi amigo Bompland y de D. Cárlos de Montufar,hijo del Marques de Selvaalegre, provisto de masinstrumentos que en el primer viage, y medí el diá-metro del cráter, que hallé ser de 754 toesas 1, y laaltura de la montaña, que es de 2477. En el interva-lo medio, entre mis dos viages al Pichincha, se sintióen Quito un fuerte terremoto, que el ignorante vul-go atribuyó á ciertos polvos que supuso habia yo ar-rojado en el volcan. Quando la Condamine visitó este volcan lo en-contró apagado, y su cráter cubierto de nieve: noasí nosotros, pues lo vimos encendido; noticia fatalque comunicamos á los de Quito, porque estábamosciertos á vista de las señales infalibles. Así es que alacercarnos á su boca casi nos sufocaban los vaporessulfúreos: veiamos correr por todas partes llamas azu-ladas, y á cada tercer minuto, con corta diferencia,sentiamos las fuertes conmociones que el terremotoimprimia al borde del cráter; conmociones que ape-nas se perciben á 100 toesas de distancia. Soy de pa-recer que el terremoto horrible de 1797 encendió denuevo el fuego de Pichincha. Observado el Pichincha, quise hacer lo mismo
1 El cráter del Vesuvio solamente tiene 312 toesas de diá-metro. Humboldt.
|274| en el volcan de Antisana: tuvimos en todo el viageun tiempo tan favorable, que subimos á la altura de2773 toesas: baxó allí el barómetro hasta 14 pulga-das y 11 líneas; y la poca densidad del ayre en aque-lla elevada region nos reventó en sangre las encías ylabios, saliéndonos tambien sangre por los ojos. To-dos experimentamos una debilidad extrema, y unode nosotros llegó á privarse. Por esto sin duda se mi-raba como imposible pasar mas allá de la cima, lla-mada el corazon, adonde llegó la Condamine, cuyaaltura es de 2470 toesas. El análisis del ayre que tra-ximos de la mayor altura nos dió 0,008 de ácido car-bónico, y 0,218 de gas oxîgeno.
Visitamos tambien el volcan de Cotopaxi 1, pe-ro no pudimos llegar á la boca del cráter. Se ha crei-do falsamente que esta montaña disminuyó de alturaen el famoso terremoto de 1797. Salimos en fin de Quito en 9 de Junio de 1802para recorrer la parte meridional de la provincia, conánimo de exâminar y medir las famosas montañas lla-madas Chimborazo y Tunguragua, y de levantar elplano del distrito que arruinó y desfiguró la mencio-nada catástrofe 2. Conseguimos subir hasta 250 toe-sas ántes de llegar á la cumbre del Chimborazo, ca-minando sobre una cadena de rocas volcánicas sin nie-ve, y nos hallábamos á 3031 toesas sobre el nivel delmar. Sentimos allí la misma desazon que tanto nosincomodó en la cima de Antisana, desazon que nosduró dos ó tres dias despues de haber baxado á las lla-nuras, y que provino ciertamente de la poca densi-
1 Este volcan hizo una nueva explosion en 6 de Enero de1803. Véase la carta siguiente del Señor Humboldt.2 Véase la Memoria impresa en el 2.° tomo de estos Analessobre el terremoto de 1797.
|275| dad que el ayre tiene en aquella region, cuyo análi-sis solamente nos dió veinte centésimos de oxîgeno.Los Indios que venian en nuestra compañía nos aban-donáron mucho antes de llegar á aquella altura, ydecian que teniamos ánimo de matarlos. Solos llega-mos á ella Bompland, Cárlos de Montufar, yo y unode mis criados, que traia parte de los instrumentos.Es preciso confesar que nuestra situacion era lúgubrey espantosa. Estábamos envueltos en una densa nie-bla, que de quando en quando dexaba algunos clarospara hacernos ver y casi tocar los horribles abismosque nos rodeaban por todas partes. Ningun vivienteanimaba á aquel recinto; hasta el Condor, que volabasobre nuestras cabezas en Antisana, detestaba al pare-cer aquella masa colosal, puesto que no lo pudimosver ni una vez siquiera. No habia mas cuerpos orgá-nicos que algunos musgos, y estos solos nos recorda-ban que exîstiamos aun en un suelo habitado. Por for-tuna se presentó allí un obstáculo insuperable, unaprofunda abertura que no pudimos atravesar. Ella pu-so término á nuestras investigaciones, é hizo vanoslos vivos deseos que teniamos de llegar á la cumbre.Forzados á baxar empezó á nevar con tanta fuerza,que apenas nos podiamos divisar: redobló entonces elcrudo frio, y como no teniamos abrigo proporciona-do para defendernos, padecimos todos sobremanera,y yo con especialidad, porque tenia un pie ulceradode una caida que habia dado algunos dias antes, demanera que á cada paso tropezaba con las piedrasagudas sembradas en la cuesta; sentia dolores inten-sos, y me veia forzado á calcular, por decirlo así, lospuntos que debia pisar.
La Condamine halló la altura del Chimborazode cerca de 3217 toesas; pero las medidas trigono- |276| métricas que he tomado en dos ocasiones diversas, yque las creo exâctas, me han dado 3267. Este enor-me coloso, como igualmente todas las montañas eleva-das de los Andes, son de pórfido, y no de granito,desde la raiz hasta la cumbre; pórfido que tiene has-ta 1900 toesas de espesor. Es casi verosímil que el Chimborazo, como tam-bien el Pichincha y Antisana, sean de naturaleza vol-cánica. La cadena de peñas que pisamos al subir á laaltura indicada del Chimborazo, se compone de ro-cas quemadas y escoriadas, con mezcla de piedra po-mes, parecidas á todos los rios de lavas del pais; ydicha cadena seguia aun hácia la cumbre en el sitiodonde fue preciso interrumpir nuestras investigacio-nes. Así pues es muy posible, y aun probable, que lacima sea el cráter de un volcan apagado; y en tal ca-so, ¿qué ideas tan fúnebres debe excitar esta solaprobabilidad en los habitantes de la comarca? Porquesi por desgracia se volviese á encender este volcan,bastaria él solo por su enorme masa para desquiciar yarruinar toda la provincia. El Tunguragua perdió cerca de 100 toesas de al-tura en la catástrofe de 1797. No solamente lo asegu-ran testigos oculares, que viéron se disminuia duran-te el terremoto, sino que lo confirma la comparacionde las medidas; porque Bouguer le dió 2620 toesas,y yo lo he hallado de 2531. Con motivo de reconocer el suelo trastornado enla memorable época de 1797, fuimos á Riobamba,donde se hallaba de Corregidor el hermano de D. Cár-los de Montufar: nos detuvimos allí algunas semanas,y la casualidad nos proporcionó un descubrimientocurioso. Se ignora enteramente qual fue el estado deQuito antes de conquistarlo el Inca Tupayupangi, |277| lo que se verificó en 1470; pero el Xefe de aquellosIndios Leandro Zapla, hombre de una instruccionqual no se debia esperar de un Indio, y que vive enLican, conserva ciertos códices hechos por uno de susantepasados del siglo xvi, y en ellos la historia deaquel tiempo. Estan escritos en lengua purugay, queera en otro tiempo la general de Quito, y está olvi-dada hoy dia, por haberse introducido la del Inca óQuichua. Por fortuna uno de los abuelos de Zapla seocupó en traducir al castellano aquellos manuscritos,en cuya traduccion hallé noticias preciosas, especial-mente sobre la memorable época de la erupcion de lamontaña conocida con el nombre Nevado del altar, que debió ser la mas alta del mundo, y mucho mayorque el Chimborazo, y por lo mismo llamada por losIndios Capaurcu, esto es, Xefe de las montañas. Reynaba á la sazon en Lican Huainia-Abomatha,último Cochocando (Rey), independieme del pais.A este le anunciáron los sacetdotes que aquella grancatástrofe era el fatal presagio de su ruina. La hazdel universo, le decian, va á mudarse: nuevos dio-ses destronarán á los nuestros: no nos opongamos álos decretos del hado. En efecto, los Peruanos victo-riosos introduxéron el culto del sol en el reyno con-quistado. La erupcion del volcan duró siere años, ysegun refiere el manuscrito de Zapla fue tan copiosala lluvia de cenizas en Lican, que los siete años for-máron una sola noche sin interrupcion. Puede ser exâ-gerada la historia, mas no excesivamente, porquehoy dia es incalculable la cantidad de materias volcá-nicas que existen en la llanura de Tapia al rededor delantiguo coloso desmoronado y destruido en aquellaépoca; y ademas no podemos dudar que el Cotopaxiha producido en Quito muchas veces tinieblas por es- |278| pacio de quince ó de diez y ocho horas. Los manus-critos, las tradiciones que he recogido en Parima, yy los hieroglíficos que vi en el desierto de Casiquiare,donde no queda el menor vestigio de la especie hu-mana; todo esto, reunido á las noticias que debemosá Clavigero sobre la emigracion de los Mexicanos há-cia la parte meridional de la América, me hacen con-cebir ciertas ideas sobre el orígen de estos pueblos,que procuraré aclarar y desenvolver quando me lopermitan mis ocupaciones. Me he dedicado con esmero al estudio de las len-guas americanas, y he visto ser falsa el aserto de laCondamine, que las calificó de pobres. La de los Ca-ribes, por exemplo, es rica, hermosa, culta y enérgi-ca; tiene expresiones con que manifiesta las ideas abs-tractas, como posteridad, eternidad, exîstencia &c.;y los signos numéricos bastan para expresar todas lascombinaciones posibles de las cifras. Mi principal cui-dado se dirige á la lengua inca, usada hoy dia en lastertulias del pais: es tan rica en expresiones finas yvariadas, que quando los jóvenes han apurado las mastiernas y lisonjeras de la castellana, echan mano deles incas para conciliarse el afecto de las señoras. Es-tas dos lenguas, y algunas otras igualmente ricas, bas-tan para demostrar que la América tuvo en otros tiem-pos mas cultura é instruccion que la que halláron losEspañoles en 1492. Tengo ademas de esta otras prue-bas poderosas. Sabian los sacerdotes de México y delPerú, como tambien los de la corte del Rey de Bo-gotá (cuya historia se ignora en Europa, y cuya mi-tologia y tradiciones fabulosas tienen mucho interes);sabian, digo, tirar una meridiana, y observar el mo-mento del solsticio; sabian reducir el año lunar al so-lar por medio de intercalaciones; y yo tengo en mi |279| poder una piedra heptágona hallada cerca de Santa Fe,de la qual se servian para calcular los dias intercala-res. En fin, y esto es mas notable, hasta en Enreva-to, situado en lo interior de Parima, creen los salva-ges que la luna está habitada por hombres; y sabentambien por tradicion que la luz proviene del sol. Desde Riobamba me encaminé hácia Cuenca porel famoso páramo de Asuay, despues de visitar la co-nocida mina de azufre de Tistan. Los Indios, rebela-dos en 1797 despues del terremoto, quisiéron incen-diar aquella montaña de azufre; proyecto el mas de-sesperado que se haya podido imaginar, porque for-mando así un nuevo volcan, como ellos creian, pon-drian en combustion, y arruinarian enteramente laprovincia de Alausi. En lo mas alto del páramo de Asuay, esto es, á 2300 toesas sobre el nivel del mar,exîsten las ruinas del magnífico camino del Inca, quese extendia casi hasta Cusco, bien alineado, y hechode sillares labrados, en nada inferior á los mejores ca-minos romanos. Tambien se ven en aquellas cercaníaslas ruinas del palacio del Inca Tupayupangi, descri-tas por la Condamine en las memorias de la Acade-mia de Berlin. Aun se ven muchas piedras medio la-bradas en la misma cantera de donde se sacáron otras.No sé si la Condamine habló tambien del pretendidovillar del Inca, llamado por los actuales Indios Inca-chungana, como si dixeran el juego del Inca: á pe-sar de este nombre dudo que jamas haya servido aquelsitio para el destino que el vulgo le supone. Se redu-ce á un canapé labrado en la misma peña, en cuyosadornos, en forma de arabescos, se cree que corriesela bola. Lo cierto es que este monumento indica elbuen gusto del Inca, y que con dificultad se hallaráotra pieza tan graciosa en nuestros jardines ingleses, |280| puesto que el asiento proporciona una vista deliciosa.No lejos de allí se ve en un bosque una mancha re-donda de hierro amarillo en una arenisca, que ador-náron con varias figures los Peruanos, porque la cre-yéron ser la imágen del sol. La tengo dibuxada. Nos detuvimos en Cuenca solamente diez dias,y llegamos últimamente á Lima en 23 de Octubre de1802, habiendo atravesado la provincia de Jaen, enla qual y en las cercanías del rio de las Amazonas em-pleamos un mes. Mi ánimo es el llegar á Acapulco en todo el mesde Diciembre, y despues á México, de donde pasaréá la Havana en el de Mayo de 1803 1, para embarcar-me sin perder tiempo para España. He abandonadola idea que tenia de volver á Europa por Filipinas,porque me forzaba á atravesar inmensos mares sin masrecompensa que el ver á Manila y el Cabo de Buena-Esperanza, porque desviándome mas para observarlas Indias orientales, no hubiese tenido los mediosnecesarios, que no podia procurarme en esta partedel mundo.

1 Ha diferido su vuelta hasta el año de 1804, como mo avi-sa en la carta siguiente.